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Nacimos aquí, crecimos aquí, este es nuestro hogar.

Amamos este lugar, valoramos este lugar, ¡nadie puede destruirlo!

Pronto, invitemos a todos a proteger la Tierra nuestra.

Está colmada de heridas, debemos ayudarla a curarse, para que se recuperen los bellos paisajes…

No podemos irnos para siempre, en busca de otro planeta

La Tierra es madre de la naturaleza, ¡es la gran madre que nos tuvo en su seno y nos nutrió!

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La vibración de la naturaleza, en el que todos estamos inmersos

En la mayoría de los casos, los seres humanos seguimos la vibración de la naturaleza sin darnos cuenta, pensando que, al permanecer en el hogar, sin salir al exterior, al mar o a las montañas, estamos alejados de la naturaleza. En realidad, nuestra respiración, pensamiento y cambios en el estado anímico siguen permanentemente la vibración de la naturaleza.

De acuerdo con el pensamiento y las actividades de un individuo, surgen diferentes efectos de la vibración. En la vida cotidiana, la transformación de sentimientos como la felicidad, la ira, la tristeza y la alegría es inevitable. Según la emoción de la que se trate, se forman ondas rítmicas acordes que en el espacio buscan efectos de respuesta correspondientes y que, al mismo tiempo, se almacenan en nuestra octava conciencia.

Sencillamente, se trata del almacenaje de la información de vida de una persona, sea ésta buena o mala, la cual repercute en el espacio y se almacena en la octava conciencia, formando la conciencia del karma. Esto quiere decir que, inconscientemente, todo nuestro accionar se realiza en este karma acumulado, ya sea en la vida presente o futura.

Determinados movimientos mayores y pensamientos más fuertes, como el exceso de codicia, violencia, ira, resentimiento, conflicto, crueldad y demás conductas agresivas hacen contacto con la naturaleza al repercutir en el espacio. En un lapso más breve, se reflejan en nuestro alrededor, formando un chi turbio que emerge de nuestro propio ser, se eleva al espacio y rebota al interior de la Tierra. Así, el chi puro y el chi turbio se mezclan y surgen fenómenos de impacto desordenados: las rocas en la tierra, al compactarse, se friccionan entre sí con fuerza, ocasionando a veces terremotos o excesos de magma que brotan en la superficie de la Tierra o erupcionan en los volcanes. Asimismo, el chi turbio, al recibir la energía solar en la superficie de la Tierra, forma diferentes tipos de vientos de acuerdo con la topología. Otra posibilidad es que se impulse a la atmósfera e impacte en el funcionamiento normal de la misma, produciendo características de distinta naturaleza y trastornos: por ejemplo, fuertes lluvias que causan inundaciones, o tormentas eléctricas secas que producen incendios, o virus y bacterias patológicas que afectan la salud humana. Todo sucede conforme a los pensamientos del ser humano: aquellos relacionados con la ira y el resentimiento regresan con esa naturaleza para impactar en nosotros mismos.

Las personas sabias y los grupos religiosos suelen recomendar que las personas controlen su mente, puesto que todo surge de ella. En este mundo, la formación de todos los objetos y asuntos son obra de la conciencia de la mente. Por ejemplo, la invención de la computadora facilitó en gran medida nuestras vidas, pero también dio origen a la creación de viruses informáticos por parte de hackers. Tanto la invención como la creación de viruses nacieron en el ser humano, por lo que es posible observar que todas las vibraciones de la naturaleza en el universo surgen del obrar humano: cada forma da origen a una transformación de vibración diferente. El pensamiento y el accionar forman grandes vibraciones que impactan en el ritmo natural. Sin darnos cuenta, el efecto invernadero y los climas extremos son los grandes efectos que se originan como consecuencia de la acción humana.